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Patrimonio arqueológico


BREVE HISTORIA DE LA PROVINCIA


Se estima que los primeros pobladores que habitaron el archipiélago lo hicieron hace miles de años. En la actualidad, se puede afirmar que el sitio arqueológico más antiguo de Chiloé -con manifiesta presencia humana- se encuentra en el sector de Puente Quilo en la comuna de Ancud, con fechados radiocarbónicos que superan los 6.000 años. Chonos y Huilliches recorrieron islas, fiordos y canales mucho antes que llegaran los primeros europeos.


En cuanto al Patrimonio Arqueológico de Chiloé, se puede señalar que estos territorios poseen un gran potencial, pero con escasas investigaciones arqueológicas de campo, que nos ayuden a comprender y caracterizar la cultura material de los primeros isleños.

Estos grupos humanos que hoy ya no existen, ocuparon este amplio territorio desarrollando una particular forma de vida que les hacía llevar una existencia nómade, obteniendo su sustento del mar y sepultando a sus muertos en aleros rocosos, cavernas y conchales.


Los sitios arqueológicos más comunes en el archipiélago de Chiloé, son los conchales; grandes acumulaciones de conchas de mariscos como resultado del alimento que era parte de la dieta de los pueblos que hace milenios habitaron esta geografía. Comúnmente lo podemos encontrar en el bordemar, donde forman una especie de basurero que contiene material lítico, restos de peces, aves marinas y mamíferos acuáticos. Sin embargo, un factor importante lo constituyen los enterratorios que revelan la presencia de restos humanos asociados a las capas de conchas. Sin embargo, aún se pueden observar en variados sectores de la provincia varaderos de canoas y corrales de pesca de piedra.


LOS CHONOS Y OTROS CANOEROS NÓMADES


© Aspillaga

Los archipiélagos situados al sur de Chiloé estuvieron habitados por tres grupos de nómades canoeros, conocidos en la literatura antropológica como chonos, alacalufes y yaganes. Su número era relativamente bajo, llegando apenas a unos 8.000 individuos, repartidos en cerca de 4.000 alacalufes, algo más de 3.000 yaganes y unos 1.000 chonos.


La palabra chonos la usamos, siguiendo a J. COOPER (Analytical and critical bibliography of the tribes of Tierra del Fuego and adjacent territory, 1917), para designar convencionalmente a los indígenas que habitaron el territorio comprendido entre las Islas de Chiloé, Islas Guaitecas, Península de Taitao, Golfo de Penas e Islas Guayanecos.


En términos generales, los chono han sido caracterizados como un pueblo nómade, dedicado fundamentalmente a la pesca, a la caza de lobos marinos, a la recolección de mariscos. Para el cumplimiento de estas actividades se desplazaban en unas canoas fabricadas de tres tablas, conocidas con el nombre de dalcas.

Un importante historiador jesuita, P. LOZANO (1755), ha descrito con gran certeza el modo de vida de estos canoeros: "divídense los chonos en varias parcialidades, esparcidas por todas las islas, sin tener morada fija, pues se mudan de una a otra isla, llevando a cuestas su menaje, tal cual, y mudando consigo toda su familia, para gozar de la oportunidad de recoger marisco, que es el motivo de andar vagos, y todo su sustento, sin tener otras sementeras, o labores".


LOS CHONOs Y LA NAVEGACIÓN


Los chono usaban para navegar una embarcación de tres tablas creada por ellos y alabada por los europeos que tuvieron contacto con ellos, conocida como DALCA, la que es descrita en forma precisa por el cronista Jesuita Diego de Rosales en su Historia del Reyno de Chile (1877; I :175):


"Pero la embarcación más usada en la provincia de Chiloé es la Piragua, embarcación que desde la California al Estrecho de Magallanes no se conocen otros indios ni españoles que la usen en todo este mar austral. Fabrican las piraguas de solas tres tablas cosidas: cortan los tablones del largo que quieren la piragua, y con fuego entre unas estaquillas los van encorvando lo necesario para que hagan buque, popa y proa, y el uno que sirve de plan levanta la punta de delante, y de detrás más que los otros para que sirva de proa y popa, y lo demás de quilla; las otras dos tablas arqueadas con fuego sirven de costados: con que forman un barco largo y angosto, juntando unas tablas con otras y cosiéndolas con las cortezas de unas cañas brabas que llaman Culeu, machacadas, de que hazen unas soguillas torcidas que no se pudren en el agua. Y para coser las tablas abren con fuego unos agujeros en correspondencia, y después de cosidas las calafatean con hojas de un árbol llamado Fiaca”.


LOS SITIOS ARQUEOLÓGICOS CHONOS


A fines del siglo XIX el marino chileno Enrique Simpson (1835-1901), nos describe diferentes tipos de sitios arqueológicos visitados por él en la exploración realizada en la Corbeta Chacabuco por el territorio Chono: "Esta tarde acampamos todos sobre una meseta de conchas en la costa sur de la isla Traiguén o Acuau, dentro de un canal angosto que corre de Este a Oeste, i que los antiguos chonos titulaban los Guaihuenes, lo que en su idioma significa Nación del Sur. En toda esta vecindad se encuentran estos bancos agregados a la costa, i a mi juicio, son artificiales; pues son aislados como lunares i se componen de conchas de todas clases revueltas. Su situación es siempre en lugares propios para campamento de indios acuáticos i por esta razón creo sean las conchas del marisco que comían. No falta, tampoco, quien los crea cementerios”…. “Esta meseta la describí entonces, dando mi parecer de que no era otra cosa que un cementerio Chono. Con esta nueva visita he adquirido la certidumbre de esto, pues encontramos algunos huesos humanos muy destruidos, que proyectaban del frontón gastado por las aguas. Si hubiese traído herramientas habría practicado una excavación, pero desgraciadamente éstas quedaron olvidadas a bordo. Este hecho es muy interesante, pues antes existía la idea entre los loberos y las pocas personas inteligentes que han visitado estas comarcas, de que los antiguos Chonos sólo sepultaban sus muertos en cuevas, acondicionados como momias y forrándolos de cortezas de ciprés. Sin embargo, no cabe duda de que esto dependía de las circunstancias”.


LOS ENTERRATORIOS CHONOS


Una buena descripción del patrón funerario atribuido a los Chono, lo encontramos en el relato del inglés John Byron en su obra "El Naufragio de la Wager" (1768): "Mientras vagábamos por la costa, en grupos separados, en busca de cualquier comestible, el cirujano, que andaba por su cuenta, descubrió un gran agujero que parecía conducir a alguna caverna o escondite entre las rocas. No sólo no era escabroso o natural, sino que presentaba señales de haber sido labrado y hecho accesible por la industria del hombre. La luz entraba a esta cámara por un agujero practicado en la parte de arriba y en el medio había una especie de anda hecha de palos entrecruzados, que descansaba en unos puntales de cerca de cinco pies de altura. Sobre el anda había cinco o seis cadáveres rendidos y que, en apariencia, debían de haber permanecido allí desde largo tiempo, pero que no habían sufrido descomposición o reducción. Estaban desnudos, y la carne de los cuerpos se había puesto perfectamente seca y endurecida, sin que pudiésemos darnos cuenta de si esto se obtenía por algún arte o secreto que poseyeran los salvajes o si era ocasionado por alguna virtud secante del aire de la cueva”.


LA EXTINCIÓN DE LOS CHONOS


Los chono desaparecen en las descripciones de cronistas y viajeros a mediados del siglo XIX, aunque ya en 1674 el marino Antonio de Vea registra su alejamiento de las rutas transitadas por los españoles en los archipiélagos meridionales. Un grupo de cerca de 200 individuos se fue a vivir, en 1710 cerca de los españoles, primero en la Isla de Huar y más tarde en la de Chaulinec, desde donde desaparecen del registro histórico.


Otro grupo se desplaza hacia sectores más meridionales, al sur del Golfo de Penas, asentándose en la región de los mares interiores de Otway y Skyring, en plena región alacalufe, donde fueron encontrados por la expedición de Fitz Roy en 1835. Debido a su influencia, los alacalufes adquieren tardíamente la dalca.


Enrique Simpson, en su libro ‘Viajes de Exploración por los archipiélagos australes’, nos señala en relación a los indios chonos: “Todos los restos y vestigios de esta raza ya casi han desaparecido a mano de los brutales hacheros, quienes tienen a mérito destruir a todos los que encuentran de esos, para ellos, abominables gentiles. Por otro lado, las grandes olas de los terremotos, que en el último siglo se dejaran sentir en el Archipiélago, pasando por encima de las playas bajas que frecuentaban los Chonos, han contribuido mucho a hacer desaparecer sus huellas, y también la vegetación densa ha vuelto a cubrir los sitios limpiados por ellos.

Según las tradiciones, los jesuitas en el siglo pasado, ayudados de fuerza armada, obligaron a la mayoría de los Chonos a internarse en Chiloé y algunas de las islas del golfo del Corcovado, para facilitar su conversión al cristianismo. Y los pocos restantes, cruzando el istmo de Ofqui, se escaparon a los canales del Sur, donde suelen verse en el día, pero nunca han vuelto al Archipiélago”.


Actualmente, los vestigios de esta cultura extinta se encuentran en peligro de desaparecer definitivamente. Cuevas, aleros rocosos y conchales son destruidos y saqueados periódicamente. Igualmente, acelera esta destrucción la creciente explotación de los inmensos recursos que tiene nuestra provincia, donde es habitual encontrar industrias conserveras e instalaciones para la salmonicultura en lugares donde antiguamente habitaron los nómades del mar.





Algunos textos fueron tomados de:

“CHONOS UN MUNDO AUSENTE”.

Carlos Ocampo E., Daniel Quiroz L. y Eugenio Aspillaga F..

Museo Arqueológico de Santiago.

“VIAJES DE EXPLORACIÓN POR LOS ARCHIPIÉLAGOS AUSTRALES”.

Enrique M. Simpson.




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